Alucino con los dos últimos regalos que me han hecho mis padres. El primero me lo hizo mi madre a mediados de este verano, un set de cubito con su pala, su rastrillo y hasta un cernidor , y todo de la Barbie (la mala, no la auténtica); el motivo, aparentemente ninguno. Bueno yo me iba a pasar tres o cuatro días con unas amigas a la playa, y mi madre debió pensar que lo necesitaba.
El segundo regalo, aún mejor que el primero, me lo acaba de hacer mi padre, la colección de capítulos de David el Gnomo (sí, habéis leído correctamente), al parecer lo regalaban con el periódico, pero ha sido difícil conseguir los primeros números de la colección. Yo me imagino a mi padre yendo de acá para allá, preguntando en mil kioskos distintos para reunirle a su hija ya bastante mayorcita ,todos los vídeos de los capítulos que veía de pequeña. David el Gnomo era una serie de dibujitos que no me perdía de pequeña. Era tanta mi afición, que mi padre me tenia grabados varios capítulos para cuando me pusiera pachucha tenerme entretenida (menuda borrachera Disney y del Gnomo que yo me cogía). El motivo de este segundo regalo, también ninguno. Dos regalos sin motivo. Dos regalos muy infantiles. ¿Es una indirecta? ¿Habrán querido decirme algo? Pobres, yo creo que preferirían tenerme en casa viendo todavía a David el Gnomo o jugando en la playa con el cubito a unos metros de ellos. Y lo peor de todo esto, es que el cubito sí me lo llevé de vacaciones y los vídeos me hicieron mucha ilusión.
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